LA VIRGEN DE LOS DOLORES
La Virgen de Los Dolores está ubicada en una hornacina flanqueada a cada lado por dos columnas de orden corintio, que sostienen el entablamento.
Manuel Del Prado y Mariño, a quien el profesor Otero Túñez llega a considerar como una de las figuras más importantes de la imaginería neoclásica española, será quien retoque la imagen de la Dolorosa que, como el mismo escultor nos dirá en su Currículum, había sido realizada por uno de los mejores escultores de la ciudad. Aunque su intervención será tan profunda que a decir del propio Manuel De Prado sería irreconocible incluso para el propio autor.
La imagen se asienta sobre la pierna izquierda dejando la derecha exonerada de peso, dando lugar así a una graciosa curvatura que todavía se remarca más con la postura de las manos, ligeramente desplazadas del eje de la figura. En el pecho alberga un pequeño relicario que alberga según figura en él escrito, una de las espinas de la corona, la pieza de orfebrería está realizada en plata, como la rica corona de la cabeza y el puñal que lleva clavado en el pecho.

NUESTRO PADRE JESÚS NAZARENO
El paso procesional se encuentra dentro de la hornacina central del retablo que está ubicada en el primer tramo del lado de la epístola. Un retablo que por el movimiento que presenta, así como por las reiterativas volutas y placas del segundo cuerpo, bien podría estar datado en la década de 1780. Por los plegados de las ropas talares, el moldeado de las figuras y el propio canon con el que están concebidas, no hacen dudar de su atribución a Manuel Del Prado. Por el contrario, bien podrían haber sido realizadas al mismo tiempo que el retablo, si bien es cierto que la policromía de la que están dotados, pudieran llevar a pensar en fechas posteriores, lo que será debido a un repinte, quizás hasta puede ser aquel que en 1857 había realizado Vicente Cardama.
Manuel Del Prado nos deja en este grupo, que pertenece a la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno y la Santísima Virgen de Los Dolores, tres figuras con peculiaridades artísticas muy diferentes. La de Jesús, que siguiendo aquella costumbre nacida a finales del siglo XVII se nos muestra vestida con una túnica púrpura tejida. Es destacable sobre todo por su valor espiritual, ya que es imposible que pueda pasar desapercibida para el espectador sin despertar en él un sensible rumor piadoso y una especial irradiación de bondad. Su rostro, dotado de unos pómulos marcados, exentos de morbidez, se vuelve buscando ese punto de vista necesario para que pueda ser contemplado en su totalidad, a lo que contribuyen los ojos entornados y la boca entreabierta, por la que parece escaparse parte de la vida, con la que logra establecer un profundo diálogo, lleno de tristeza, con aquellos que se atreven a alzar su mirada. Sus facciones aparecen enmarcadas por una larga melena labrada a base de largos surcos, pero de la que cae un mechón sobre el hombro derecho, mientras que el resto se recoge sobre la oreja izquierda dejando al descubierto el cuello, y una barba que termina dividida en dos ondulados mechones, hacen patente el castigo sufrido y sin embargo no hay en ellas más que seguridad; la serenidad, eso sí, envuelta en melancolía, la de aquel que sabe que se está cumpliendo la voluntad del Padre.
SAN JUAN Y LA VERÓNICA


Las imágenes de San Juan y la Verónica forman parte, junto con la Dolorosa y el Nazareno, del Santo Encuentro que los Viernes Santos se celebran en la plaza de la Quintana y en la posterior procesión por las calles de Santiago. Estas imágenes son de Manuel Del Prado.